Se habla mucho de cómo las artes marciales pueden jugar un papel muy importante en la educación de los niños. Pero la palabra «educación» es un térmico muy amplio, e incluye muchos ámbitos. ¿Son educativas las artes marciales? Normalmente la respuesta es «sí, por supuesto». Pero quizás la respuesta más acertada sería «depende».

Una clase infantil de artes marciales
Entendemos la Educación como un conjunto de experiencias, vivencias, relaciones, aprendizajes… que contribuyen al crecimiento del niño como persona, en todas sus facetas. Es cierto que las artes marciales se prestan especialmente a esta contribución, pero probablemente es necesario un enfoque adecuado. ¿Cuántos maestros y practicantes conoces a los que las artes marciales no le han ayudado a ser humilde, modesto, respetuoso… sino todo lo contrario?
Por eso apuntamos las que nos parecen nueve claves de las artes marciales para niños desde un punto de vista educativo.
1.Apunta: «desarrollo integral»
Casi podríamos decir que esto engloba todo lo demás. En un enfoque educativo, las artes marciales deberían contribuir al niño a desarrollar todas sus facetas: la física, la psicológica, la social, la emocional, etc… El objetivo de la práctica debe ser ayudar al niño a ser una persona plenamente desarrollada, sana y equilibrada en todos los sentidos. Esto es muy repetido en el ámbito marcial, pero ¿se cumple realmente?
2. Lo importante no es el resultado, sino el aprendizaje durante el proceso
¿Conoces ese dicho de «Dale un pez al hambriento y comerá una vez. Enséñale a pescar y comerá toda la vida»? Pues en el aprendizaje del movimiento sucede algo parecido. Cuando se trabaja un gesto técnico, el objetivo puede ser única y exclusivamente la realización de ese gesto. Pero en realidad, a través de un movimiento concreto, el niños adquiere patrones que le servirán de base para otras acciones, otros contextos… Debemos por tanto ofrecerle un abanico de movimientos los más amplio posible para enriquecerle al máximo motrizmente.
La técnica en realidad debe ser el medio por el cual el alumno aprende a moverse, a utilizar su cuerpo, a relacionarse con el medio y los compañeros, etc… Esta manera de plantear el trabajo también es producirá un rendimiento técnico a coro o a medio plazo. Al fin y al cabo, si le enseñamos a realizar bien un patada, realizará bien esa patada, pero si le enseñamos a moverse bien, a medio plazo podrá ejecutar correctamente cualquier técnica.
3. Adaptar las metas, pero con exigencia

Debemos respetar las capacidades de cada alumno, pero también exigirle esfuerzos por mejorar
Conviene plantearse metas, es decir, unos objetivos concretos. Estos objetivos pueden ser más o menos comunes a todos los alumnos. Debemos ser ambiciosos en ese sentido (a los niños también hay que exigirles) pero siempre teniendo en cuenta las capacidades de cada uno de nuestros alumnos. Habrá algunos que puedan realizar patadas altísimas y otros a los que les cueste más. A los primeros podemos pedirles que pateen bien arriba. A los segundos habrá que exigirles que trabajen para ir subiendo, pero planteándoles a corto plazo una altura a la que puedan llegar. Yo suelo decir a mis alumnos que lo único que quiero es que lo hagan lo mejor que puedan: no les pido más, pero no me conformo con menos.
También les aseguro que prefiero al alumno trabajador, aunque tenga menos nivel, que al que tiene facilidad pero no se esfuerza. ¿Por qué? Porque el trabajador, con tiempo y esfuerzo, podrá conseguir todo lo que se proponga, mientras que el hábil que no trabaja no progresará y además cuando se encuentre en situaciones en las que no es tan hábil no sabrá cómo actuar. Creo que este planteamiento de máxima exigencia dentro de las propias posibilidades es aplicable, no solo a las artes marciales, sino a todos los ámbitos de la vida.
4. ¿Competición? Sí, pero sólo como una herramienta
Y, por supuesto, ni siquiera es necesaria. Con los niños y jóvenes puede ser un elemento motivador, que representará para ellos una meta a corto plazo. También se dan en un campeonato situaciones que pueden hacerles reflexionar, enfrentarse a ciertos sentimientos y, en definitiva, constituir experiencias enriquecedoras. Pero esto será una parte del aprendizaje. Si la competición se convierte en el objetivo principal de la práctica, podríamos estar potenciando a los más hábiles y denostando permanentemente a los que lo son menos, y esto no suena muy educativo ¿verdad? La competición premia el resultado y no atiende a las capacidades individuales. Y, como hemos señalado, desde un enfoque educativo debemos contrarnos más en el proceso de aprendizaje y adaptar los objetivos a las posibilidades reales del alumno.
5. Permitir la autonomía y la creatividad
En las artes marciales (y en otras actividades individuales como la gimnasia, la natación, el atletismo…) hay cierta tendencia a controlar al máximo la ejecución del alumno. Se le indica en todo momento cómo debe ejecutar cada detalle de una técnica exactamente. En muchos casos se repite ésta una y otra vez, encorsetando las posibilidades de movimiento. Éste método es sin duda eficaz en cuanto a la ejecución de un gesto concreto, pero ya hemos dicho que el objetivo no es la propia técnica ¿no?

Experimentar y jugar con las técnicas es una manera de fomentar la autonomía
Debemos combinar este tipo de ejercicios con otros que permitan la autonomía del alumno, de manera que él mismo tome decisiones y desarrolle la capacidad de realizar tareas por sí mismo. Incluso podemos salirnos de los establecido, permitiéndole «jugar con las técnicas», con actividades que pongan en liza algo tan importante para un niño como la creatividad, a través de la cuál puede solucionar problemas motrices. Si aprende a encontrar soluciones, podrá afrontar todo tipo de situaciones, no solo aquellas para las que le preparamos específicamente.
6. Nada de gestos vacíos: todo tiene un por qué
En las artes en las que se trabaja al aire, corremos el riesgo de que las formas o las técnicas se conviertan en simples movimientos vacíos o coreografías que hay que repetir. Contextualizar lo que se hace en clase y hablarles a los niños, por ejemplo, del país y la cultura de origen o de la historia del arte es un primer paso para darles sentido.

La comprensión de la técnica potencia el gusto por aprender
Es interesante además que los movimientos realizados al aire tengan un significado, que el alumno entienda lo que está haciendo cuando ejecuta un bloqueo o cualquier otro gesto, siempre teniendo en cuenta sus capacidades. Incluso podemos dejar que ellos mismos descubran posibles aplicaciones y usos. Esto fomentará su curiosidad por saber y les facilitará realizar la técnica correctamente, pero además permitirá que en su cabeza se vayan asociando conceptos. En definitiva irán «aprendiendo a aprender». Y esta capacidad para asociar y comprender les serán muy útiles en el tatami… y fuera de él.
7. Un buen clima de clase facilita el desarrollo
Para que una planta crezca fuerte y sana necesita un ambiente adecuado: una tierra fértil, lluvia en su justa medida, el calor del sol… Para que un niño se desarrolle adecuadamente también necesita un ambiente favorable. El clima de clase es fundamental para que los niños se sientan cómodos, se relacionen unos con otros, se sientan motivados, aprendan a comportarse en distintas circunstancias…
El maestro de artes marciales debe emplear el sentido del humor, fomentar que los alumnos se ayuden sus alumnos, motivarles para que disfruten con la práctica, permitirles expresarse…
Personalmente, suelo dedicar ciertos ratitos de clase a sentarme con mis alumnos y que me cuenten qué van a hacer en vacaciones o qué le han pedido a los Reyes Magos en Navidad. Desde fuera, puede parecer una pérdida de tiempo, pero estos momentos estrechan lazos entre profesor y alumno, y también entre los propios niños, de manera que contribuyen notablemente a un mejor funcionamiento del grupo.

El trabajo colaborativo por parejas o en grupos contribuye a crear un buen ambiente de clase
El trabajo colaborativo por parejas o en grupos contribuye a crear un buen clima de clase. Además, cuando formamos parte de un grupo, nuestro comportamiento se adapta. Si la cultura del grupo es de esfuerzo, de respeto, de colaboración… todos nos volvemos más sacrificados, más respetuosos y más colaborativos. Es labor del profesor crear este ambiente. Además, la pertenencia al grupo obliga a desenvolverse dentro de él, desarrollando habilidades sociales, formas de relacionarse, estrategias de resolución de conflictos… El trabajo por parejas o en equipos es necesario para lograr estos objetivos.
Si logramos crear buenos hábitos grupales, también los estaremos inculcando individualmente.
8. Los saludos representan respeto, cortesía, agradecimiento… Pero ¿ellos lo saben?

Incluso con adultos, a veces la etiqueta está vacía de significado
¿Cuántas veces saluda un niño en una clase de artes marciales? ¿Y cuántas de ellas es simplemente por costumbre o porque «hay que saludar»? La etiqueta en las artes marciales debe tener un fondo y representar unos valores. Pero muchas veces simplemente repetimos una y otra vez los mismos gestos porque es lo habitual. Debemos dar significado a cada uno de estos gestos, y que el niño sea consciente de que cada vez que saluda está mostrando sus respetos al maestro, o dando las gracias a un compañero, o pidiendo por favor que le ayuden. Si no es así, estaremos desperdiciando una tremenda oportunidad de inculcar a nuestros alumnos los valores propios de las artes marciales.
9. El juego, nuestro gran aliado
«Las artes marciales son algo muy serio, y en una clase no hay lugar para los juegos». Bueno, es una forma de verlo. Pero desde luego no es la más educativa. El ser humano aprende a través del juego (los animales también). Señalábamos al principio que el concepto de «desarrollo integral» podría englobar todos los demás puntos de este artículo. Pues bien, el juego puede ser la mejor herramienta para lograr ese desarrollo. Jugando se mejora la psicomotricidad y las cualidades físicas, se fomenta la socialización, se consigue que el alumno se motive y disfrute de las clases, se puede aprender…
Pero ¡ojo, tampoco se trata de jugar por jugar! Los juegos tienen su lugar y deben estar al servicio de objetivos concretos.
Resumiendo, podríamos decir que un enfoque educativo de las artes marciales debe centrarse en el desarrollo del niños en todos sus ámbitos, centrado en los valores, las relaciones sociales y la adquisición de una base motriz amplia más que en la propia técnica. Y todo ello a través actividades lúdicas y divertidas y en un buen ambiente de clase, persiguiendo objetivos ambiciosos pero adaptados a las capacidades del alumno. Y ahora, podemos repetirnos la pregunta: ¿son educativas las artes marciales?
Juan Antonio García Ruiz
www.karatekidokan.com