Generalmente los sistemas a los que llamamos artes marciales tienen un origen oriental, y muchos de ellos provienen de Japón. Es el caso, por ejemplo, del Karate, el Aikido, el Jujo, el Jujutsu, el Kendo, el Iaido, el Kyudo… En general, a ese conjunto de artes marciales se les denomina Budo.

Éste concepto de Budo es en realidad relativamente nuevo porque surgió en el siglo XX, pero tiene unas raíces más antiguas e impregnó la esencia de las artes marciales niponas. Hoy día existen practicantes y maestros por todo el planeta, pero ¿realmente practicamos en occidente como se practica en Japón? Supongo que se pueden dar muchas respuestas a esta pregunta, pero yo tengo la mía, basada en una experiencia corta, pero variada e intensa. Y voy a resumirla en 5 puntos, 4 que muestran las similitudes existentes entre la práctica de las artes marciales en occidente y en Japón, y un quinto en el que creo que radica realmente la diferencia.

1. La organización de clase y los rituales

 

¿Cuál es la forma en que debo saludar? ¿Cómo me explicaron que hay que entrar al tatami? ¿Puedo preguntar al maestro? ¿Y hablar con los compañeros? ¿Llevaré anudado el cinturón de la manera correcta? Estas cuestiones serán más o menos importantes, pero puedes estar tranquilo. Las cosas no son tan estrictas como nos parece, o como a veces nos dicen. Con hacer un esfuerzo por seguir las normas de comportamiento de la clase es suficiente. Nadie te va a mirar mal si entras al tatami con el pie equivocado, si haces un comentario a un compañero mientras estás practicando o si bebes agua cuando no toca. Siempre y cuando vean buena voluntad, disculparán cualquier error porque entienden que eres una persona. ¿Te cuento un secreto? Los japoneses también se equivocan, porque son personas como tú.

2. La intensidad de la práctica

 

En Japón los entrenamientos son muy duros. En Japón la práctica dura siempre varias horas. En Japón se entrena sin descanso. En Japón se trabaja siempre al 100%. Pues sí. O no. Depende.

Hay escuelas y momentos en los que la intensidad es altísima.  Yo he practicado en clases de más de dos horas de gran exigencia física, y tengo que decir que algunos compañeros casi llegaron a perder la conciencia por la dureza del entrenamiento, la larga duración, el calor, la humedad… Era necesario hacer paradas cada 30 min. para relajarse e hidratarse. Y también en otras ocasiones he considerado esas paradas totalmente innecesarias porque el esfuerzo físico era más bien bajo. Incluso a veces me parecían interrupciones que rompían el ritmo de entrenamiento. Así que, en algunos contextos, allí se practica muy duramente y en otros mucho más suave. ¡Como aquí! La intensidad del entrenamiento depende de las necesidades de la práctica, no del lugar donde se practica.

3. El nivel técnico de los practicantes

 

Otro de los temores a los que podríamos enfrentarnos al ir practicar artes marciales a Japón es si estaremos a la altura. En nuestra mente, toda persona de ojos rasgados es un magnífico practicante de artes marciales, con un nivel técnico altísimo. Pero en realidad no es así.

Lo cierto es que el nivel medio de los budokas japoneses y los occidentales es, seguramente, muy parejo. Incluso diría que para ellos eso es menos importante. El objetivo principal es practicar, y el nivel técnico es simplemente una consecuencia de la práctica. Incluso entre los maestros, en muchos casos la ejecución técnica no es su principal virtud, sino sus conocimientos y su amplia experiencia. Así que podemos descartar el mito de que todos los japoneses son buenísimos en artes marciales o al menos, no son necesariamente mejores que los occidentales.

4. La actitud de los maestros

 

Lo reconozco: en esto estaba equivocado. Tenía la idea de que los maestros japoneses podrían ser distantes, rígidos, en un pedestal al que uno no podía ni acercarse. Esperaba encontrarme en cada dojo del país del sol naciente a un Sensei serio, formal… en un altar. A lo mejor es porque algunos maestros japoneses afincados en países occidentales dan o quieren dar esa imagen. Y yo me lo he creído. O quizás era sencillamente una percepción personal errónea y confundía el respeto con el miedo, no lo sé. Pero he aprendido la lección.

La actitud de los maestros japoneses me ha sorprendido, lo reconozco. Son personas cercanas, sencillas y muy humanas. Pueden ser fuertes, grandes técnicos y atesorar grandes conocimientos, pero el rasgo que más destacaría de ellos en la mayoría de los casos es algo más importante para mi: la humildad. Pero humildad de la de verdad.

 

Y esto me lleva a señalar la que para mí es la principal diferencia entre las artes marciales tal y como se practican en occidente y como se entienden en Japón.

Nosotros hablamos con frecuencia de los valores de las artes marciales: la disciplina, el respeto, la humildad… y entendemos que, a través de la práctica del Budo se adquieren y desarrollan esos valores. Pero del dicho al hecho… En Japón es diferente. Gestos como agradecer la práctica al maestro o al compañero, pedir permiso, saludar mostrando respeto o cortesía… son para ellos absolutamente naturales. No son tan ceremoniosos y artificiales como cuando los hacemos nosotros.

Y esto se debe a que no son exclusivos del Budo, sino que son patrimonio de la propia cultura japonesa y forman parte de su día a día. A todas horas, en cualquier circunstancia. Por eso, cuando los realizan durante la práctica son auténticos. Por eso se comportan con total naturalidad y sin embargo respetan escrupulosamente las reglas de comportamiento que nosotros tenemos que esforzarnos por mantener y cumplir. No son superiores técnicamente, no son más duros, ni más estrictos en la práctica. Simplemente su cultura, sus valores como sociedad, son en este aspecto muy superiores a los nuestros. Nosotros practicamos Budo. Ellos viven inmersos en el Budo. En eso sí nos llevan muchísima ventaja.

 

Juan Antonio García Ruiz

www.karatekidokan.com